sábado, 15 de mayo de 2010

El espíritu de pobreza en el uso de los bienes de la Iglesia

Del Libro Administración Eclesiástica del Dr.C.P.Pablo Amador Garrido Casal, Editorial Claretiana-2012

El ejemplo que nos dejó Cristo sobre el empleo de los bienes económicos es para la Iglesia la luz que la guía en esta materia.

El evangelio nos muestra cómo Jesús nació, vivió y murió pobremente (cf Lc 2, 7; Mt 8, 20 y Jn 19, 23. Pero, no obstante esta pobreza, leemos en el evangelio que el Señor y los apóstoles poseían bienes para su sustento y para obras de caridad (cf Jn 12, 6 y 13, 29).
En el Sermón de la Montaña, Jesús llama bienaventurados a los “pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos” (Mt 5, 3).
Los Evangelios sinópticos destacan la compasión de Jesús para con los humildes y narran sus recomendaciones a los apóstoles para que se mantuvieran despegados de los bienes terrenos. Es el designio salvífico de Dios que quiere que los hombres vivan desprendidos de los bienes terrenos: la pobreza de espíritu es un componente constitucional de la religión cristiana (cf Discurso de Pablo VI en la audiencia general del 2/10/68). Por eso el Concilio Vaticano II nos recuerda que “el espíritu de pobreza es la gloria y el signo de la Iglesia de Cristo” (Gaudium et Spes, 88).

Pablo VI refiriéndose específicamente a la pobreza de la Iglesia en el uso de sus bienes, al inaugurar en Medellín la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, enseña:
La pobreza de la Iglesia, con la decorosa sencillez de sus formas, es un testimonio de fidelidad evangélica; es la condición alguna vez imprescindible, para dar crédito a su propia misión; es un ejercicio, a veces sobrehumano, de aquella libertad de espíritu, respecto a los vínculos de la riqueza, que aumentan la fuerza de la misión del apóstol.
de Pablo Amador Garrido Casal

No hay comentarios:

Publicar un comentario